Movimiento LGBTI en Colombia: dos fracturas, una misma causa


Foto tomada de www.colombiadiversa.org
Las fracturas internas del movimiento LGBT han salido a la luz en el artículo “LGBTI sediscriminan entre ellos” de El Espectador. Al menos se pueden leer dos fracturas: una de clase social y otra de agenda política.

La de clase social viene de la mano de los bares y discotecas, especialmente de Theatron. Este megamonopolio de la rumba gay de Bogotá se comporta como un agente sin control. No cumple las normas contra la discriminación, ni tampoco los más elementales derechos los rumberos. Me han contado muchos casos de discriminación en Theatron, incluso una vez no me dejaron entrar (tal vez porque estaba muy barbado o por mi ropa) y creo que va siendo hora que les instauren una acción de tutela. Por otra parte he sido testigo de abusos por parte del personal de seguridad y del pésimo servicio al cliente de ese megamonopolio de la rumba, que por demás tiene un escasísimo compromiso político.


También la fractura de clase social se relaciona con una clase emergente de gays y lesbianas más interesados en ser asimilados a la clase media y alta que con la lucha política por la libertad sexual. El arribismo es una epidemia nacional. 

La fractura política también es grave. Durante muchos años se ha instaurado la percepción dominante de que la agenda LGBTI ha sido más una agenda de lesbianas y gays. Como todas las percepciones eso ha sido parcialmente cierto y parcialmente falso. Es cierto que la agenda más visible ha sido la agenda judicial sobre decisiones sobre parejas del mismo sexo y que algunas organizaciones han dedicado mucho de su trabajo a esa causa.  

Sin embargo, han existido algunas acciones por los derechos de transgeristas e intersexuales. La visibilidad de la información sobre la violencia y la discriminación contra la población trans por parte de la policía, en las cárceles o por parte de particulares es un buen ejemplo de intervención política del movimiento. Los casos en la Corte sobre derechos trans también han sido acompañados por abogados del movimiento. Por ejemplo Germán Rincón y Colombia Diversa han hecho actuaciones judiciales en estos temas, que no siempre ocupan las primeras planas de los medios.

Es cierto que la agenda política y judicial del movimiento LGBTI debe ser más amplia y tenemos que hacer un plan para dar prioridad a los derechos de transexuales e intersexuales. Un diálogo común y el reconocimiento de lo que se ha hecho en el pasado es una ruta segura para nuevos caminos conjuntos.

También creo que debemos crear reflexiones sobre la orientación sexual y la identidad de género referidas a nuestro contexto. Está bien leer teoría queer y teorías radicales extranjeras, pero tenemos que leer dos elementos esenciales de nuestra vida cotidiana: la violencia y la pobreza.

Fue un poco vergonzoso leer el artículo de El Espectador porque no pudimos resolver las tensiones sin exponernos a los conservadores, quienes deben estar felices con la noticia. A veces se necesita un poco de vergüenza colectiva para reconocer los errores y replantear las estrategias. 

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