24 años de la Fundación Mujer y Futuro
Conocí a la Fundación Mujer y Futuro a través mi
mamá. Cuando era niño la acompañé a un taller sobre educación sexual que la
Fundación estaba realizando para profesoras y profesores de la ciudad. Tiempo
después cuando empecé a reconocerme como gay, o como se dice “a salir del
clóset”, busqué, primero en los libros y luego en el activismo, formas de
afirmación y orgullo de mi orientación sexual. En esos procesos en la Fundación
Mujer y Futuro encontré un importante soporte.
En el centro de documentación de la Fundación
consulté muchos libros sobre discusiones políticas y sociales sobre sexualidad.
La lectura tiene vínculos con la política. Por eso, poco a poco y mientras
leía, crecía, estudiaba, pensaba y actuaba, encontré en las feministas unas aliadas
únicas. Siempre pensé y así lo corrobora la práctica, que las feministas eran
nuestras hermanas mayores y nuestras compañeras incondicionales. Las feministas
nos dejaron un legado que la Fundación difundía en la ciudad: cuestionar el
patriarcado, abrir discusiones en lugares prohibidos por todas las ideologías, experimentar
en la teoría y abrir camino a una vida cotidiana sin desigualdad.
Nunca olvidaré que la primera pancarta de la marcha
del orgullo de lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas (LGBT) en Bucaramanga,
la hicimos en la Fundación. Una sencilla frase ilustraba lo que nos movía aquel
día: “no a la discriminación contra los y las homosexuales”. La Fundación nos
apoyó en esta sencilla pero díficil tarea.
En ocasiones las organizaciones no pueden imaginar
los significados e impactos que tienen sobre las personas. La existencia misma
de la Fundación cambió muchas formas de pensar en la sociedad santandereana. Al
menos para mí, la presencia de una organización feminista en la ciudad era la
esperanza de modernidad y de emancipación. La Fundación junto con el grupo
Oasis (grupo LGBT de Bucaramanga), fueron inspiraciones políticas que guardo en
mi corazón.
Admiro profundamenta la labor de la Fundación Mujer y
Futuro en la lucha por los derechos. Mantengo en mi memoria la impecable
movilización social y legal que se realizó en el caso de Sandra Orejarena. Este
caso de emblématica injusticia me enseñó mucho como abogado y me preparó para
las batallas posteriores.
La Fundación fue un espacio de profunda sintonía política,
construcción de igualdad y mucha esperanza. En un país que se desgarra en el
conflicto, donde la alegría es un privilegio y donde los derechos son casi
todos de papel, las mujeres y activistas de la Fundación me contagiaron de sus
sueños y me ayudaron en mi lucha por la igualdad y la libertad. Felicitaciones en estos 24 años y muchas gracias por todo lo que han hecho por todas las mujeres y todos los que compartimos durante estos años.
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