El poder es blanco
La foto es desoladora.
Es blanca. Las señoras son blancas. Sus atuendos y los muebles son blancos.
Blancas son las nubes que pasan. Blanco el jarrón.
Blanco el collar de una de ellas y los aretes de dos.
Blanco, también, el color del uniforme de la servidumbre.
Las mujeres más poderosas del Valle son blancas. Las mujeres negras de atrás están allí para recordarnos la blancura de las dueñas.
Las mujeres negras están frente a frente. Con sus brazos tensos, cargando dos charolas de plata. Se miran fijamente. No podemos ver sus rostros, ni sus sonrisas, ni sus miradas. Sus peinados son iguales.
En el plano principal de la foto hay cuatro mujeres. Es una perfecta foto de familia de mujeres ricas. Ellas lucen ropa de diseñador, sonríen, están en un momento mágico. Miran al infinito: son como la infanta Margarita en Las Meninas (ella también de blanco) mirando fijamente a su destino. Sus brazos están relajados: una mano posa sobre la otra. La más joven luce fresca con la mano estirada acariciando su rodilla, ser joven siempre admite alguna rebeldía. Cómodas sillas son los tronos de las mayores. En el centro de la foto está un jarrón blanco con negro: síntesis del mestizaje decorativo.
Cuatro mujeres ricas posan cómodamente para la foto más importantes de sus vidas. Se vistieron como quisieron, se peinaron y se sentaron como reinas. Ellas son mujeres con derechos y dignidad. Atrás dos mujeres pobres y negras fueron obligadas a cargar de pie pesadas bandejas, con su uniforme blanco y con su pelo envuelto en una cadena, también blanca.
Las mujeres blancas tienen identidad. Nombres y apellidos de gran recordación. Son admiradas por periodistas mediocres de la capital. Son mujeres con pasado, presente y futuro. Al fondo, hay dos mujeres sin nombre, sin identidad, sin pasado, con un presente servil y un futuro incierto. Al final, la foto representa la Colombia de hoy: dividida entre ricos y pobres, entre personas con dignidad y otras con sus cadenas.
Las mujeres negras no son un adorno, ellas está trabajando dice la patrona a una emisora nacional. Los adornos son las señoras con identidad, belleza y oropeles. Para la dueña es obvio que no se puede ser adorno si uno no vale nada.
"Doy por terminada esta entrevista porque (...) yo no necesito decirles a ustedes como vivimos aquí" dice Rosa Haluf de Castro. No son necesarias más palabras, la blancura de la foto es transparente.
"Nosotros aquí en el Valle hacemos las cosas bien" dice con fuerza la matriarca de este clan caleño. Se equivocan quienes dicen que en Colombia hay racismo, nosotros tenemos cosas más graves. Y esta mujer que habla con arrogancia nos recuerda que lo más grave en estas tierras es que tenemos una oligarquía que todos los días se levanta diciendo: Nosotros aquí hacemos las cosas bien.
La foto es desoladoramente blanca, pero necesaria para recordarnos que en nuestra vida social hay algo podrido: la bondad de los ricos - casi todos blancos con identidad y comodidad -.
Cuentan los griegos Teofastro, Vitrubio y Discódrides que en la antigüedad para hacer el color blanco se tomaban platos de plata, se suspendían en vapor de vinagre y se sumergían en estiércol por un par de meses para producir este color. Tal vez, este estiércol es a lo huele esta foto.
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