Familias diversas, felices y unidas
Esta entrada también apareció como columna de opinión en Vanguardia Liberal el pasado jueves 28 de marzo.
Mis papás y mi hermano |
De
nuevo se abre el debate sobre las familias del mismo sexo. Por ello vale la
pena recordar que desde hace años gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas
conformamos parejas y tenemos hijos. Los fundamentalistas de siempre olvidan
que nuestras parejas y familias son las que se han presentado ante la Corte
Constitucional para reclamar justicia y exigir el reconocimiento de derechos.
La Corte no creó estás familias, simplemente reconoció nuestra dignidad y
garantizó la protección del Estado.
El
reconocimiento de estas familias no es más que un desarrollo del derecho a la
familia contenido en el artículo 42 de la Constitución. Los fundamentalistas únicamente
leen las expresiones “hombre y mujer”, pero el artículo constitucional tiene una
profunda vocación igualitaria y contiene además los principios de libertad,
solidaridad, reconocimiento de la diversidad religiosa y protección ante la
violencia.
Nacimos
en una familia y sabemos que es el lugar donde podemos expresar nuestros más
profundos temores y compartir las alegrías. El exmagistrado Ciro Angarita decía,
“La familia es el lugar dónde están los afectos.” Por ello negar que gays, lesbianas, bisexuales
y transgeneristas fundamos y cuidamos de nuestras familias es un acto de profunda
mezquindad ideológica.
La
cuestión sobre la protección familiar de las parejas del mismo sexo está decidida
por la Corte Constitucional y sólo será cuestión de tiempo para que toda la
sociedad colombiana lo entienda y se acostumbre. Lo más importante es que
nuestras familias están más unidas que nunca. Mi hermano menor le escribió una respetuosa carta al sacerdote jesuita Alfonso Llano y en un aparte le decía:
“Me duele que diga en su columna que las parejas del mismo sexo tienen una
carencia de cariño. Por el contrario en mi familia todos amamos a mi hermano… Personas
como usted no solo le roban sonrisa a mi hermano sino a miles de familias que
se sienten juzgadas por algo tan irracional como su visión de familia y de
amor”.
Quienes
se oponen a nuestras familias deberían ponerse en nuestros zapatos y entender
que la desprotección familiar sólo genera más injusticias. En estos días de
reflexión pascual deberían recordar que la discriminación nunca ha sido un valor
cristiano, ni un principio constitucional.
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