El derecho al amor. Mensajes de las mamás lesbianas de Medellín

 Fotos de Dominic Bracco II / Prime for The Washington Post.  
Ayer Verónica Botero y Ana Leiderman, las mamás lesbianas de Medellín presetaron sus experiencias de ser mamás en el foro "Intercambio de experiencia con enfoque diferencial en la primera infancia" del programa de "cero a siempre" en la ciudad de Bogotá. Nuestra constitución estableció el derecho al amor para los niños y niñas. Esto es lo que se siente en estos mensajes, un amor infinito por sus hijos. 

ARTICULO   44 de la Constitución Colombiana de 1991
“Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por Colombia.
La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores.
Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás.”

“Soy Ana Elisa Leiderman
Soy mujer.
Soy profesional. 
Soy colombiana. 
Soy esposa. 
Soy mamá.  Tengo dos hijos hermosos.
Soy lesbiana.

Desafortunadamente, es esto último lo que me define ante las instituciones.  Más triste aún, es lo que define a mis hijos y lo que puede ser el factor determinante en el momento de acceder a los servicios de, por ejemplo, un funcionario estatal, un médico, o una institución educativa.

Mi esposa y yo somos bastante autosuficientes, pero hay cosas en las que debemos apoyarnos en los demás.  Aunque nos acercamos sin miramientos, sin demandas excepcionales y con respeto, en el fondo de nuestro corazón existe el miedo de que nuestros hijos sean discriminados simplemente por lo que somos y a quién queremos.

Afortunadamente, en su gran mayoría, las personas e instituciones a las que hemos acudido para el cuidado y la educación de nuestros hijos han sido progresivas e inclusivas.  Nosotras nos presentamos sin misterio y ellos responden con la misma moneda, tratándonos con naturalidad y respeto.  Creo que esto ha sido el secreto para ser aceptadas y que nuestros hijos se les trate sin recursos excepcionales,  pero con el respeto que merece que su familia sea diferente.  No mejor ni peor, sino diferente.

¿Cómo es esto posible, que se nos dé un trato diferencial, pero no excepcional?  Para la muestra, les relato una situación particular:

Somos una familia no-convencional.  Una de muchas familias no-convencionales que ahora son reconocidas por nuestra constitución.  Somos una familia con 2 mamás.  Aunque el resto del año esto no tenga (o no deba tener) ningún efecto práctico en el funcionamiento de los niños en el colegio, para el día de las madres cada año en Mayo, genera dudas en las profesoras  que no saben exactamente cómo tratar el tema.  Ellas nos llaman a preguntar cómo preferimos que manejemos lo de los regalos:  ¿Queremos un regalo?  ¿Dos?  ¿Un regalo el día de la madre y uno el día del padre?  Nos alegra sobremanera esta llamada cada año, pues demuestra el respeto por la diferencia y la preocupación por el bienestar de nuestros hijos.

Los ejercicios de construcción de identidad son también una oportunidad de respeto por la diversidad.  Los niños dibujan a su familia tal como es y las profesoras comparten el ejercicio con los otros niños con naturalidad.

Participar de las actividades y ser miembro activo de la comunidad escolar como familia es también una oportunidad para fomentar el respeto por la diversidad.  Aunque algunos padres se pueden incomodar al vernos juntas en las primeras reuniones, rápidamente deja de ser una novedad y pasa al ámbito de la cotidianidad.  Los compañeritos hablan de “las mamás de Raquel y Ari” y los padres saben que pueden acudir a cualquiera de nosotras para las invitaciones de los cumpleaños y el resto de la muy activa vida social de los niños.  La clave está en la honestidad, la naturalidad, y el respeto con que nos presentamos y tratamos a las demás personas de la comunidad escolar, y con la que ellos responden a su vez.

Hemos sido verdaderamente afortunadas de encontrarnos con personas que nos atienden en nuestras necesidades sin que los afecte que seamos dos mamás, sea cual sea su convicción religiosa o moral.  

Somos simplemente otra familia que se acerca al servicio.

Desafortunadamente, no podemos confiar en que este siempre sea el caso.  Llegará (y ha sucedido ya) el momento en que nos pidan un documento para que Verónica, la mamá no biológica, pueda tomar decisiones sobre el cuidado de los niños.  Habrá el funcionario que se rehúse a atendernos, a mirarnos como personas, como ciudadanos, como familia, porque sus convicciones o creencias son más fuertes que su deber como servidor público.  Por esto luchamos para dar a nuestra familia el reconocimiento que merece, la legalización de nuestra relación como madres de nuestros hijos, la seguridad de que podremos cuidar de ellos y que ellos recibirán las protecciones que otros niños colombianos tienen por derecho.

140 países del mundo (entre ellos Colombia) reconocen que los niños no deben ser discriminados por razón de su nacimiento.  Agradecemos a los que se esfuerzan con nosotras para crear una sociedad más respetuosa de la diferencia, más equitativa y diversa.   A los que se preocupan y trabajan con nosotras para dar a nuestros hijos un mundo mejor donde no tengan que preocuparse porque sus mamás son lesbianas”.

Verónica Botero:

“Hoy mi hijo menor me dijo durante la comida: "Mami te quiero...y nunca te voy a dejar de querer". Con esas palabras entendí que la maternidad no la define ni la biología ni la ley. Hoy mi hijo me confirmó lo que el estado se niega a confirmar, que el amor que sentimos el uno por el otro nos hace tan o más familia que aquella que define el artículo 42 de la constitución. Yo a mis hijos los deseé, los soñé, los imaginé, los planee y hoy los disfruto día a día. Es la cotidianidad la que nos hace familia no la constitución. Desgraciadamente, el Estado en vez de garantizarles sus derechos de acuerdo con la constitución, se encarga de vulnerarlos al no reconocer que mis hijos tienen una familia, una historia, porque yo ni los parí, ni los adopté, porque soy una mujer que escogió como cónyuge a otra mujer.

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