El derecho al amor. Mensajes de las mamás lesbianas de Medellín
Fotos de Dominic Bracco II / Prime for The Washington Post. DOMINIC BRACCO II |
Ayer Verónica Botero y Ana Leiderman, las mamás lesbianas de Medellín presetaron sus experiencias de ser mamás en el foro "Intercambio de experiencia con enfoque diferencial en la primera infancia" del programa de "cero a siempre" en la ciudad de Bogotá. Nuestra constitución estableció el derecho al amor para los niños y niñas. Esto es lo que se siente en estos mensajes, un amor infinito por sus hijos.
“Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la
integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada,
su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el
cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión
de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física
o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y
trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la
Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por
Colombia.
La familia, la sociedad y el Estado tienen la
obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico
e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier persona puede exigir
de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores.
Los derechos de los niños prevalecen sobre los
derechos de los demás.”
“Soy Ana Elisa Leiderman
Soy mujer.
Soy profesional.
Soy colombiana.
Soy esposa.
Soy mamá. Tengo
dos hijos hermosos.
Soy lesbiana.
Desafortunadamente, es esto último lo que me define
ante las instituciones. Más triste aún,
es lo que define a mis hijos y lo que puede ser el factor determinante en el
momento de acceder a los servicios de, por ejemplo, un funcionario estatal, un
médico, o una institución educativa.
Mi esposa y yo somos bastante autosuficientes, pero
hay cosas en las que debemos apoyarnos en los demás. Aunque nos acercamos sin miramientos, sin
demandas excepcionales y con respeto, en el fondo de nuestro corazón existe el
miedo de que nuestros hijos sean discriminados simplemente por lo que somos y a
quién queremos.
Afortunadamente, en su gran mayoría, las personas e
instituciones a las que hemos acudido para el cuidado y la educación de
nuestros hijos han sido progresivas e inclusivas. Nosotras nos presentamos sin misterio y ellos
responden con la misma moneda, tratándonos con naturalidad y respeto. Creo que esto ha sido el secreto para ser
aceptadas y que nuestros hijos se les trate sin recursos excepcionales, pero con el respeto que merece que su familia
sea diferente. No mejor ni peor, sino
diferente.
¿Cómo es esto posible, que se nos dé un trato
diferencial, pero no excepcional? Para
la muestra, les relato una situación particular:
Somos una familia no-convencional. Una de muchas familias no-convencionales que
ahora son reconocidas por nuestra constitución.
Somos una familia con 2 mamás. Aunque el resto del año esto no tenga (o no
deba tener) ningún efecto práctico en el funcionamiento de los niños en el
colegio, para el día de las madres cada año en Mayo, genera dudas en las
profesoras que no saben exactamente cómo
tratar el tema. Ellas nos llaman a
preguntar cómo preferimos que manejemos lo de los regalos: ¿Queremos un regalo? ¿Dos?
¿Un regalo el día de la madre y uno el día del padre? Nos alegra sobremanera esta llamada cada año,
pues demuestra el respeto por la diferencia y la preocupación por el bienestar
de nuestros hijos.
Los ejercicios de construcción de identidad son
también una oportunidad de respeto por la diversidad. Los niños dibujan a su familia tal como es y
las profesoras comparten el ejercicio con los otros niños con naturalidad.
Participar de las actividades y ser miembro activo de
la comunidad escolar como familia es también una oportunidad para fomentar el
respeto por la diversidad. Aunque
algunos padres se pueden incomodar al vernos juntas en las primeras reuniones,
rápidamente deja de ser una novedad y pasa al ámbito de la cotidianidad. Los compañeritos hablan de “las mamás de
Raquel y Ari” y los padres saben que pueden acudir a cualquiera de nosotras
para las invitaciones de los cumpleaños y el resto de la muy activa vida social
de los niños. La clave está en la
honestidad, la naturalidad, y el respeto con que nos presentamos y tratamos a
las demás personas de la comunidad escolar, y con la que ellos responden a su
vez.
Hemos sido verdaderamente afortunadas de encontrarnos
con personas que nos atienden en nuestras necesidades sin que los afecte que
seamos dos mamás, sea cual sea su convicción religiosa o moral.
Somos simplemente otra familia que se acerca
al servicio.
Desafortunadamente, no podemos confiar en que este
siempre sea el caso. Llegará (y ha
sucedido ya) el momento en que nos pidan un documento para que Verónica, la
mamá no biológica, pueda tomar decisiones sobre el cuidado de los niños. Habrá el funcionario que se rehúse a
atendernos, a mirarnos como personas, como ciudadanos, como familia, porque sus
convicciones o creencias son más fuertes que su deber como servidor público. Por esto luchamos para dar a nuestra familia
el reconocimiento que merece, la legalización de nuestra relación como madres de
nuestros hijos, la seguridad de que podremos cuidar de ellos y que ellos
recibirán las protecciones que otros niños colombianos tienen por derecho.
140 países del mundo (entre ellos Colombia) reconocen
que los niños no deben ser discriminados por razón de su nacimiento. Agradecemos a los que se esfuerzan con
nosotras para crear una sociedad más respetuosa de la diferencia, más
equitativa y diversa. A los que se
preocupan y trabajan con nosotras para dar a nuestros hijos un mundo mejor
donde no tengan que preocuparse porque sus mamás son lesbianas”.
Verónica Botero:
“Hoy mi hijo menor me
dijo durante la comida: "Mami te quiero...y nunca te voy a dejar de
querer". Con esas palabras entendí que la maternidad no la define ni la
biología ni la ley. Hoy mi hijo me confirmó lo que el estado se niega a
confirmar, que el amor que sentimos el uno por el otro nos hace tan o más
familia que aquella que define el artículo 42 de la constitución. Yo a mis
hijos los deseé, los soñé, los imaginé, los planee y hoy los disfruto día a
día. Es la cotidianidad la que nos hace familia no la constitución.
Desgraciadamente, el Estado en vez de garantizarles sus derechos de acuerdo con
la constitución, se encarga de vulnerarlos al no reconocer que mis hijos tienen
una familia, una historia, porque yo ni los parí, ni los adopté, porque soy una
mujer que escogió como cónyuge a otra mujer.
Comentarios