El malestar de publicar
En los últimos
años me la he pasado pensando en la escritura. Hablar es de las primeras cosas
que aprendemos en la casa, de hecho lo hacemos más o menos bien. Mucho más
tarde, en la escuela, aprendemos a escribir, pero casi siempre lo hacemos mal.
Nos cuesta mucho trabajo escribir. La ortografía, la gramática, la sintaxis son
palabras que nos han causado más de un dolor de cabeza. Luego que superamos con
alguna dignidad esos requerimientos formales aparecen el tono, el estilo y la
persuasión. Escribir es un acto complejo
tanto en el fondo como en la forma. Es un acto tanto estético como moral.
Esta
complejidad se hace más evidente cuando se estudia otro idioma. En mi caso
empecé a estudiar inglés hace pocos años. Me ha costado mucho trabajo, ha sido un
viaje en el tiempo para aprender a hablar y a escribir de nuevo, con lo
traumático que es viajar en el tiempo. Este aprendizaje me ha traído
revelaciones y por supuesto también algunas frustraciones. La mayor revelación
es la fascinación por el idioma foráneo y simultáneamente el redescubrimiento
del propio. Las frustraciones son más oscilantes. Pasan por la pereza personal
y van hasta el profundo sentimiento o resentimiento por la desigualdad que
genera la educación pública. La
reflexión sobre la escritura se ha convertido en una compañera de esta
aventura.
Pensé mucho en
la escritura cuando hice mi tesis de maestría en derecho. Mi directora de
tesis, Julieta Lemaitre, me dio el mejor regalo de una profesora: me enseñó a
escribir. Sus agudos comentarios me ayudaron a terminar un proyecto académico
que como se sabe en el bajo mundo de los estudiantes es doloroso de terminar y
con el que uno siempre está inconforme. ¿Para dónde va este blog? ¿No es hora
de introducir esta entrada? Está bien, vamos al punto: tengo un malestar con la tarea de escribir textos académicos.
Querida
lectora, querido lector: ¿Cuándo fue la última vez que disfrutó leyendo un
artículo académico proveniente de una revista indexada, bien sea de humanidades
o ciencias sociales o naturales? ¿Es de aquellos que dicen: “en vacaciones voy a leer una novela y no
voy a leer nada de trabajo”? ¿Se aburre leyendo artículos académicos? ¿Es
de aquellos que sólo mira el resumen de un artículo y luego pasa rápidamente a la
introducción y la conclusión?
La escritura
que se hace en las universidades o con propósitos académicos está padeciendo de
varios problemas: la instrumentalización
para el éxito profesional, la mecanización y la conversión en dinero.
Aaron Swartz se
suicidó por la presión judicial contra él en un proceso penal por violar los
absurdos “derechos de autor”. Su crimen según MIT y la fiscalía de
Massachusetts fue bajar sin autorización miles de artículos de la base de datos
de ciencias sociales, JSTOR. Muchos soñamos con publicar un artículo en una
revista indexada y como se recomienda “en la mejor del campo”. Nótese que no dije
“escribir”, dije “publicar”. Porque damas y caballeros de lo que se trata es de
publicar. Por eso una buena hoja de
vida de una académica o de un académico es aquella que tiene más artículos en
revistas indexadas. Publicar es determinante para tener un trabajo, para
mejorar el salario o para ser reconocido en la torre de marfil. La consigna es:
“dime dónde publicas y te diré quién eres”. Afortunadamente Sócrates ya se suicidó.
Y empezó la
carrera. Escribir para publicar. Publicar para ganar “puntos”. Acumular
“puntos” para vivir bien. Luego morir. Publicar
es el camino para el cielo de la academia. Quiero ser franco: en mi opinión
la mayoría de lo que se publica en revistas indexadas es aburrido, mecánico, soso y poco comprometido con la sociedad. Habitamos
fábricas que producen literatura
científica chatarra que nadie lee. Tengo un chiste que siempre le digo a mis
compañeros de la universidad cuando me preguntan si leí para clase: esos
artículos no los leo, simplemente los miro.
La literatura
científica chatarra se explica por su finalidad y por el proceso de
fabricación. Escribimos para monetizar
lo publicado. Por eso la gente escribe sobre temas “taquilleros” y la clave
es anticipar los movimientos del mercado para vender los mejores productos. Una
de las más nobles actividades humanas se está transformando en un proceso de
producción con pasos, moldes y supervisores. Al final todo es igual, peor aún
igualmente fútil. No quiero menospreciar el trabajo de nadie. Producir una cosa,
incluso la chatarra, siempre tiene mucho trabajo. Pero nuestra escritura académica está atrapada en el trabajo alienado.
Tenemos
toneladas de artículos de revistas indexadas, con sus resúmenes y notas al pie.
Cualquiera que este en estás tareas sabe que una revisión de la literatura de
cualquier tema es equivalente a varios árboles o megabytes. Los contenedores de esta información o
bases de datos nos cobran por acceder a la chatarra. De hecho sufrimos por
no poder acceder a la chatarra m ás exquisita. Por la magia del
mercado creemos que el mejor conocimiento está en las bases de datos más caras
o las más inaccesibles. Incluso las universidades se evalúan por el acceso a la
chatarra. Vivimos en una nueva versión de en busca del santo grial. Obviamente
estoy exagerando. No todo es chatarra, siempre
hay gente honesta, apasionada y trabajadora que de forma paciente construye
maravillosos artefactos a pesar de las revistas indexadas dónde están
publicados. Para ellas y ellos mis honores. Pero no nos llamemos a engaños, la
mayoría de esos artículos son chatarra garantizada por la sociedad académica
del mutuo elogio.
¿Qué es escribir? ¿Por qué escribimos? ¿Para qui én escribimos? ¿Por qué hemos perdido la pasión por escribir?
Preguntas trascendentales para quienes escriben trabajos, artículos, tesis o
cualquier pieza académica.
Este blog no
vale nada en este proceso alienado de escritura. Lo hago porque me da la gana.
Trato de escribirlo como quiero y a veces como puedo. Pero sigo en la trampa, también
produzco chatarra. En mi hoja de vida nunca pongo mi blog en el rótulo “publicaciones”.
Pobre Malbarracin, él sigue en el
clóset. En este blog he aprendido a escribir, es la libreta de croquis de
lo que pienso. Sin embargo, este espacio está destinado a ser invisible en mi
vida profesional, aún cuando me consume gran parte de mi tiempo libre.
Mi propuesta es
simple: no sigamos escribiendo para
publicar. No sigamos participando como camellos en una carrera de trabajo
alienado para la producción de chatarra. Un buen antídoto para este malestar de publicar puede ser tomarse
un rato para leer el texto ¿Qué es la
literatura? de Jean Paul Sartre. Leerlo me inspiró a escribir esta entrada
que ya parece un ensayo. Lo que voy a decir es una mala copia del argumento
sartreano. Si quiere pare aquí y léalo gratis en este link.
Escribir diría
Sartre es “revelar el mundo y ponerlo como una tarea a la generosidad del
lector”. Con nuestra forma alienada de escribir nos estamos convirtiendo en los
“guardianes de cementerio” que denuncia Sartre, esos que nunca toman partido en
causa incierta. También nos recuerda algo elemental pero que con frecuencia
perdemos de vista: leer es un pacto
de generosidad con el lector. El texto es un trompo que sólo existe en el movimiento que el lector realiza a
través de su libertad.
“El universo del escritor se revelará en toda su profundidad únicamente con el examen, la admiración y la indignación del lector: y el amor generoso es juramento de mantener, la indignación generosa juramento de cambiar y la admiración generosa juramento de imitar”.
No sigamos
escribiendo para publicar. Escribir es
un acto existencial que existe por y para la libertad (confieso que plagié
a Sartre). Querida estudiante, profesor, investigadora, colega, amiga o amigo olvide
la revista indexada, el número de citaciones, los premios, las bases de datos y
su “comunidad académica”. Recuerde que el índice fue una herramienta medieval
para mantener la ignorancia. Las y los invito a romper los moldes, olvidar las
recetas y en últimas a rebelarse contra los prefectos de la escritura y contra
el homo academicus.
Sólo vale la pena escribir para cambiar el mundo. Estoy seguro
que podemos hacer de nuestras universidades lugares para escribir con más
pasión y hacer más pactos de generosidad. Quisiera leer textos académicos que
me emocionen y que maten mi aburrimiento con la “dulce fuerza (que) nos
acompaña y sostiene desde la primera hasta la última página” (Sartre).
Querida
lectora, querido lector: cree su propio
blog, imprima un folletín o haga un grafiti. Agite y anime el mundo de las
ideas. Hagamos un cerco contra las revistas indexadas y liberemos el
conocimiento de la torre de marfil. Láncese a la batalla de la vida y escriba
como se lo dicte su corazón. Abandonemos la producción de chatarra y sembremos
un jardín. Es hora de dejar el cinismo de publicar y escribir para vivir.
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Comentarios
Abrazos desde la Tierra Media.